El gordo

Entró a la casa saludo a todos, luego me dijo “¿Podemos ir a tu cuarto?”. Se sentó en mi cama y comenzó a llorar destrozada, ya la había visto llorar de esa forma…era por el gordo.
Lo había visto de nuevo, esta vez del otro lado de la habitación, sus miradas se habían cruzado y una sonrisa juguetona se asomó en la cara de ambos. Ella era una tonta, pero ya no lo amaba. No, ya no amaba al gordo, ya no quería tocar sus colochos, ya no quería verlo a los ojos y besarlo con una sonrisa de oreja a oreja.
Pero aunque ya no lo amaba, el gordo todavía era importante para ella. Tenían demasiada historia.
Para suerte del gordo había encontrado una loca que pudo con la historia, una loca que entendió todo lo que había pasado entre mi amiga y él. Lamentablemente la loca lo comprendía pero había hecho que el gordo le jurara no volver a hablarle a mi amiga.
En ese momento mi amiga perdió no solo a su amante, sino también a su confidente, su mejor amigo. Eso era lo que más le dolía, también le molestaba que ya no iba a poder enredar sus dedos en esos colochos que ella tanto adoraba.
Entre sollozos me contó que hacía unos meses casi se habían besado, que sus labios estuvieron a punto de tocarse, que se habían mirado con toda la intensidad que jamás había existido, que ella fue la que evitó el beso, que en un momento de lucidez había evitado el beso.
La pobre no sabía porque lloraba, tal vez era porque en su mente el gordo no era tan malo o porque pensaba que después de casi dos años él la seguía amando. Pero yo sé que el gordo es un malparido, un maldito que se aprovechó de ella, un idiota que lo único que le enseñó fue a usar a las personas.
Eso es el gordo, lamentablemente ella nunca lo va poder ver… porque aunque no lo ame, ella lo adora y siempre lo va a hacer, porque él se enseñó a ser una puta.