Hace cuatro años aprendí una
gran lección, que se convirtió en mi regla número uno de vida, la aprendí de golpe,
como un balde de agua fría. La regla es bastante sencilla y desde que la había
impuesto la cumplí a cabalidad hasta el 20 de julio del 2017.
Yo no lo sabía, pero fue mi
culpa, en el instante en el que me dijo lo que era tuve que haber salido
corriendo, volver con mi amigo de la universidad, regresar al bar y ahogar me cólera
en alcohol. Lamentablemente no fue así, me quedé con él, me dejé llevar por sus
dientes perfectos y por los tatuajes de sus brazos.
La regla es simple “Aléjese de
los colombianos”, después de ella lo había cumplido… lo había logrado, cuando
me topaba un colombiano salía corriendo, me alejaba y así evitada el recuerdo
de ella, evitaba recordar como con su hermoso acento me decía “Flaca, te amo”, “Te
adoro, sos la más bella”, “Callate ya, boba”, etc. Evitaba pensar en su cuerpo,
tan majestuoso, no quería pensar en todas las veces que compartimos un cigarro
o las que nos besamos.
Es culpa mía, solo es mía. La
historia del jueves tiene dos partes:
Parte uno:
Un amigo de la universidad
me dijo que iba a salir con unos amigos de él y que quería que yo lo
acompañara. Yo acepté, pero no conocía a nadie y ello iban a llegar muy tarde.
Parte dos:
Como mi amigo iba
a llegar muy tarde decidí escribirle a un muchacho que había conocido por una
aplicación. Nunca nos habíamos visto en persona, no sabía cómo se escuchaba, no
sabía ni el apellido, solo sabía su primer nombre. Pero le mandé un mensaje y
le dije “salgamos” y así sin mucha explicación el mae acepto. Cuando lo vi por
primera vez me sentí emocionada, se veía amable, cuando me saludo algo en su
acento me llamo atención, definitivamente no era de Costa Rica, pero no lograba
determinar de que país era.
Después de que hablamos un rato
me lo dijo “Yo soy de Colombia”, me imagine corriendo, pero no logré. Me quedé
con él, no me arrepiento de lo que hicimos en el carro, no me arrepiento de
besar sus tatuajes, tocar sus entradas y otras cosas… Me arrepiento de que me
recordara a ella, después de que me dejó en mi casa, cuando entré a mi cuarto
comencé a llorar, lloré demasiado, llore casi por dos horas, me sentía molesta,
me odie por haber sido tan estúpida.
Pero me faltaba hacer la cosa
más estúpida de la noche, llamarla a ella. Por dicha ella no contestó, pero su
recuerdo volvió, más fuerte que antes, más potente con más dolor que nunca.
No existen palabras para
describir cuánto la amé, cuánto lloré, cuanto peleamos, cuando nos besamos,
simplemente fue perfecto. Nuestro tiempo juntas a pesar de que fue raro, lleno
de inicios y finales, para mi nuestra historia fue perfecta, no cambiaría nada.
A pesar de todas las lágrimas, peleas y golpes.
Es más no me arrepiento de haber
roto la regla, porque gracias al colombiano, volví a pensar en ella y creo que
finalmente, logre sacarla del sistema.